3/10/15


Su trabajo le había enseñado a dar órdenes y que éstas se cumplieran de inmediato, ahora las circunstancias lo habían llevado no a ordenar, sino a rogar, estando seguro que su solicitud sería escuchada y ejecutada.

Era un oficial del rey. Tenía lo que todo hombre espera tener, pero la enfermedad cayó en uno de sus hijos. La fiebre invadió al niño, y la vida se le iba en tanto la temperatura de su cuerpo subía. No hubo nada ni nadie que le pudiera sanar. Fue por eso que viajó 33 kilómetros, a buscar a Jesús. Había escuchado, y seguramente visto que Jesús hacía milagros.

Después de 7 horas de viaje, se encuentra con el único que puede darle solución a su preocupación de padre. Allí está Jesús, quien unos días antes había convertido el agua en vino. Se le acercó con el estilo que solo los oficiales del rey tienen y le pidió que fuera a su casa a sanar su hijo. Jesús lo escucha y se lamenta, no solo de él sino de todos: si no ven milagros, no creen en mí.

El oficial insistió: mi hijo está enfermo. Ven a casa y sánalo. Si no lo haces morirá. El oficial no esperaba otra cosa sino que Jesús se moviera a misericordia y fuera con él a sanar su hijo. Él estaba enseñado a decir algo y que eso se cumpliera. Pero Jesús no es cualquier persona, ni está limitado a un espacio, ni a un tiempo, y le dice: Ve, tu hijo vive.

El oficial no tuvo más remedio que regresar a casa solo con su confianza puesta en las palabras de Jesús. El camino de regreso se hizo más largo que de costumbre, y cuando estaba cerca a casa, sus siervos salieron a darle la buena noticia: tu hijo vive.

El oficial preguntó por la hora en la que el muchacho mostró mejoría. Fue ayer a la una de la tarde, le dijeron. Fue allí cuando el padre, entiende que las palabras de Jesús tiene el poder de dar vida y sanidad, que sobrepasan el tiempo, y el espacio, y que se puede creer sin ver, sólo con escuchar.


En muchas ocasiones pareciera que el ruido generado por el asombro fruto de un milagro de Jesús nos impide escuchar sus profundas palabras de vida. Antes que buscar señales y milagros, nuestra fe debe estar puesta en sus palabras. ¿Vive su vida según lo que Dios dice? Este es un buen momento para iniciar a hacerlo, o para oírlo y confiar más en él.

John Anzola 
Junio 2015
Imagen de  Juan Felipe Rubio. Tomada de: https://www.flickr.com/

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