La humildad, un elemento indispensable
de cristianos que viven en comunión y en unión
Introducción
Vivir en comunidad no es fácil. En
realidad podemos vivir con nuestra familia porque la conocemos, porque nos
conoce; porque los años, la educación, los valores, las costumbres, el amor,
entre otros elementos han permitido desarrollar lazos que nos permiten vivir en
unidad y comunión. Con todo y eso, muchas veces, tenemos diferencias, opinamos diferente,
discutimos y hasta peleamos con ellos. Es parte de vivir en comunidad, en
sociedad.
El tema se hace mucho más complicado
cuando tenemos que compartir con personas con las que tenemos más diferencias.
En algunos momentos pareciera que hay un abismo que nos separa, y eso hace que
nuestro compartir tenga más posibilidades de fracaso que de éxito. Es por esto,
por ejemplo que el matrimonio, alejado de los parámetros bíblicos, es una
empresa tan complicada. La convivencia es uno de los factores por los cuales
más matrimonios terminan en el divorcio.
De estas diferencias, los medios masivos
de comunicación han sabido sacar provecho. Los reality show, por ejemplo, se
han convertido en programas de televisión en donde el producto diario es la
diferencia personal y problemas de la convivencia. Convivir son personas tan
diferentes no es nada fácil.
La iglesia no es la excepción. La iglesia naciente, aunque vivían en comunión, en
koinonía (Hechos 2: 45-47; 4:32), también tuvo problemas de convivencia, como
son normales dentro de un grupo social. Hechos 6:1 da cuenta cómo, por el gran
número de creyente, se presentaron algunos problemas en cuando a la
distribución diaria de comida. Este hecho generó un problema de murmuración.
Los creyentes griegos comenzaron a manifestar su descontento hacía los
creyentes hebreos por este hecho. La solución fue nombrar diáconos que se
encargaran de este trabajo. El problema quedó solucionado.
Aunque como cristianos tenemos en común
a Cristo, su mensaje de salvación y la fe que profesamos, no es difícil pensar
que podríamos establecer diferencias
entre nosotros mismos.
La iglesia de Filipos era una iglesia
que se caracterizaba por vivir en comunión, en koinonía, tenían las cosas en
común, habían ayudado a Pablo en sus prisiones. No obstante Pablo les habla de
unidad y comunión. Nunca será suficiente hacer actos de comunión, siempre será
indispensable practicar la unidad y la koinonía como una constante de nuestra
fe.
En Filipenses 2:1-2 Pablo solicita a la
iglesia que complementen su felicidad. Pablo ha dado gracias a Dios por la
comunión de la iglesia (Filipenses 1:3), y ahora les está indicando que llenen
por completo su corazón de gozo sintiendo un mismo amor, un sentir unánime.
El versículo 1 del capítulo 2 es un
inventario de 5 aspectos en tenía la iglesia y que darían como resultado la
vida en comunión y en unidad: consolación en Cristo, consuelo de amor, comunión
en el Espíritu, afecto entrañable, y misericordia. Estos elementos son
preciosas virtudes con las que contaba la iglesia. Así que Pablo les dice, ya
que ustedes tienen esto no les queda más que llenar por completo mi corazón de
gozo teniendo el mismo amor, unánimes en un mismo sentir.
¿Existe hoy en nuestra vida el mismo
inventario con el que contaba la iglesia de Filipo? ¿Podría Pablo decir lo
mismo de nosotros? ¿En nuestra vida de comunión hay consolación, consuelo,
comunión, afecto entrañable y misericordia? ¿Podemos llenar por completo el
corazón del apóstol de alegría teniendo unidad y comunión?
La humildad
Sin duda alguna, dentro de la comunidad
de creyentes de Filipos, aunque vivían en comunión y tenían un mismo sentir, se
podrían presentar problemas como lo que se habían dado en la iglesia en
Jerusalen. El hacer parte de un grupo es el espacio preciso para comenzar,
muchas veces sin intención premeditada, a destacar nuestro yo individual, por
encima de la unión y del yo grupal.
La vida en comunidad, el compartir con
otras personas, es el ámbito preciso para comenzar a establecer diferencias que
cada vez nos comienzan a caracterizar por no tener unidad. Nadie que está solo
piensa en vanagloriarse de lo que hace. Es cuando estamos rodeados de otras
personas que comienza a crecer en nosotros sobras de orgullo, de creernos mejor
que los que nos rodean. Y es eso, el orgullo, el enemigo número uno de la vida
en koinonía.
Pablo, conocedor de esta amenaza, y
conocedor de la comunión de la iglesia de los filipenses introduce el tema de
este capítulo, la humildad.
Parafraseando un poco el texto, Pablo
dice: ya que ustedes viven en comunión y en unión nunca hagan las cosas por
contienda ni por vanagloria.
La palabra en griego que se traduce por contienda es ἐριθεία. En el
libro “Palabras griegas del Nuevo Testamento, Barclay dice:
“La evolución del
significado de esta palabra, que empezó expresando el trabajo que un hombre
hace por el honesto salario de un día y terminó describiendo el trabajo que se
hace única y exclusivamente por dinero... Describe la forma de
ser del hombre que aplica las normas humanas y terrenales a todo, y que mide las acciones con la vara del prestigio y
del éxito personal.”
Esta palabra podría significar, como lo dice el autor citado, "ambición
egoísta".
Esta motivación era la que tenían algunos predicadores romanos que Pablo
señala en el capítulo 1, versículo 16. Y estos son un buen ejemplo de lo que,
Pablo dice, no seamos. Aunque hablamos de ellos cuando estudiamos el capítulo
1, recordemos cuál era su motivación para predicar el evangelio y veamos cómo
no actuar: (ellos) Predican a Cristo por envidia y contienda, por contención, no sinceramente pensando añadir
aflicción a mis prisiones.
Aunque Pablo, en el capítulo 1, no evaluó la actitud de estos predicadores,
lo que no significa que el apóstol apruebe esta acción, en el capítulo 2 es
preciso en mencionar que de ésta manera no es correcto actuar.
El ejemplo negativo de estos predicadores de Roma, que aunque anunciaban a
Cristo y eso era lo importante, nos cuestiona a nosotros. ¿Servimos a Dios en
busca de una ganancia personal, o una ambición egoísta, o buscando ser medidos
en prestigio y en éxito personal? Es preocupante cuando un predicador es más
reconocido que su predicación, es preocupante cuando un cantante es más
reconocido que su alabanza a Dios, es preocupante cuando nosotros nos llevamos
la alabanza que no nos pertenece.
El orgullo y la búsqueda de prestigio nos lleva al segundo elemento
señalado por el apóstol, la vanagloria.
La palabra en griego es κενοδοξιαν. Indica una alabanza hueca,
vacía, que no el últimas no tiene ningún
significado. Cuando hacemos las cosas por recibir la alabanza que no nos
merecemos esa alabanza termina por ser hueca, similar a un tarro hueco por
dentro que no sirve para nada.
Una vez Pablo ha mencionado el no actuar, de una manera pedagógica, indica
el actuar, no hagan las cosas de esta manera, al contrario háganlas de esta otra
manera. La segunda parte del versículo 3 dice: antes bien con humildad.
Mucho se ha escrito de la humildad: fábulas, cuentos, novelas y frases tratan del tema. Cada
moralista y filósofo tienen una definición de lo que es la humildad. Pero
después de leer algunos de estos textos he optado por limitarme a la
descripción del apóstol.
Hagan todo con humildad: (1) estimen a cado uno superior a él mismo. (2)
busquen el provecho de los demás, antes que el propio.
La autoestima es el reconcomiendo real y objetivo que cada persona hace de
sí misma. Pero cuando ese reconocimiento se va al extremo se convierte en
orgullo, en arrogancia, en vanidad, y en un exceso de estimación propia que
lleva a las personas a creerse y sentirse superior a las demás.
Lo que Pablo dice es: no se crean superiores a los demás, por el contrario,
miren y traten a todos los que los rodean como superiores a ustedes mismos. Eso
es humildad.
El diccionario RAE dice que el “inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que
hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás es
egoísmo.”[1] El
pensar primero, segundo y tercero en mí, en lo que digo y en lo que hago, antes
de pensar en los demás es lo que Pablo dice que no hagamos.
¿Busco el provecho del grupo, antes que mi propio provecho? ¿Me intereso
por bienestar de los demás antes que por mi propio bienestar? El ser humildes
estimando a los demás como superiores y
buscando el bienestar de los demás es un factor indispensable para la vida en
comunión, en koinonía y en unión.
Jesús, el ejemplo de humildad.
Los versículos 5-11 es un poema narrativo sobre la humildad. Jesús, El
Señor, El Cristo, es la perfecta ilustración de lo que es ser humilde. La orden
de Pablo es tengan el mismo sentir que Cristo tuvo, hagan exactamente lo que él
hizo, mírenlo a él y hagan exactamente lo mismo. El ejemplo es muy alto, el
reto muy alto. La tarea es larga, pero es maravillosa.
Las acciones de Cristo Jesús descritas por Pablo en este segmento
determinan con claridad lo que es en verdad la humildad. La orden del apóstol
es seguir este ejemplo.
Para entender con plena claridad lo que los teólogos han denominado la
humillación de Cristo, con base en este pasaje, revisemos cada acción descrita
por el escritor:
Cristo Jesús, teniendo la forma de Dios, siendo igual a Dios, no se aferró
a ello, por el contrario se despojó tomando forma de siervo, siendo similar a
los hombres. Y obteniendo semejanza de hombre se humilló siendo obediente hasta
la muerte, y muerte de cruz. En otras palabras de Pablo: Dios se manifestó en
carne. (1 Timoteo 3:16).
Lo que Cristo Jesús hizo fue un acto de humildad tal que a lo largo de los
años se ha convertido en pleno ejemplo de humildad. El punto central del pasaje
se encuentra (1) en su posición inicial, lo que tuvo que dejar; y (2) en su
posición final, lo que tuvo que hacer.
Jesús en ningún caso tuvo motivo para aferrarse a su posición celestial, al
contrario, se despojó de ella y adoptó una posición terrenal, a tal punto, de
morir y morir en la cruz (prueba perfecta de su humillación). En otras
palabras, Jesús buscó el provecho de los demás, antes que su propio bienestar.
Por su humillación, Dios (1) lo exaltó hasta lo sumo y (2) le dio un nombre
que es sobre todo nombre. La finalidad de su exaltación radica en que en su
nombre toda (1) rodilla se doble ante él, (2) toda lengua confiese que Jesús, Es
El Cristo, Es el Señor.
La intención de Pablo radica en que la iglesia comprenda el maravillo
sacrificio hecho por Cristo, lo que dejó para mostrar un camino de salvación al
hombre, y lo que recibió por ser quien es: Dios manifestado en carne.
Con semejante ejemplo de humildad el reto es tener el mismo sentir de
Cristo. Sin importar lo importante que tengamos o lo importante que seamos,
nuestro interés debe estar puesto en los demás, antes que en nosotros. Sin
importar lo importante que tengamos o lo importante que seamos, los que nos
rodean siempre deben ser vistos como superiores a nosotros.
El resultado que tuvo Jesús no es más que el resultado de la humildad, la
exaltación. Toda rodilla se dobla ante él y toda lengua lo proclama como Señor
es el resultado de una humillación previa. El resultado de nuestra humillación
podría llegar a ser algún tipo exaltación, pero en últimas lo que hacemos, por
bueno que sea, lo hacemos para su gloria. Así que la gloria no es nuestra, le
pertenece solo a él.
¿Tenemos en nuestra vida diaria el mismo sentir que tuvo Cristo? ¿Pensamos
primero en lo que podríamos perder, o pensamos primero en lo que los demás
pueden ganar? ¿Veo a los demás como superiores a mí mismo, o por el contrario,
creo que soy mejor que todos?
Timoteo y Epafrodito, ejemplo de líderes humildes.
En nuestro estudio damos un saldo. En vez de continuar son la sección de
los versículos 12-18, pasaremos a los versículos 19-30, por ser sus
protagonistas ejemplos de líderes humildes.
Pablo retoma su sentimiento de pastor, apóstol y maestro que ama a una
iglesia fundada por él y les escribe acerca de sus próximos planes. En dichos
planes el nombre de 2 líderes sale a relucir: Timoteo y Epafrodito.
Hasta donde sabemos Timoteo estaba en ese momento acompañando al apóstol mientras que este
estaba en prisión en Roma. Timoteo había estado con Pablo desde muy joven y se
había convertido en un discípulo suyo y ayudante de la obra misionera. La
última epístola paulina tiene como destinatario a Timoteo mientras que éste
estaba en Efeso.
Dentro de los planes
cercanos de Pablo estaba enviar a Timoteo a Filipos para saber de primera mano
cómo marchaba la iglesia fundada por el apóstol 10 años antes. En palabras de
Pablo: Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo
también esté de buen ánimo al saber de vuestro estado.
Llama la atención la descripción que hace Pablo de Timoteo, y pienso que
como líderes, además del perfecto ejemplo de Cristo, tenemos el ejemplo de este
líder del primer siglo.
Timoteo tenía un interés especial en la iglesia de Filipos. (Versículo 20).
De todos los que rodeaban a Pablo ninguno tenía esta característica tan marcada
como la tenía Timoteo. Pablo hace una comparación: muchos buscan lo suyo, están
interesados en lo que pueden hacer para beneficiarse ellos mismos, pero Timoteo
busca lo que es de Cristo, y lo que es beneficioso para la iglesia.
De acuerdo con las palabras de Pablo, podemos concluir que la iglesia
conocía a Timoteo y todo lo que este había trabajado con Pablo. El apóstol lo
resume en estas palabras: Timoteo me ha servido como hijo a padre, en el
evangelio.
Esta descripción que Pablo hace de Timoteo es una plena descripción de un
líder cristiano maduro que busca lo que es de Cristo y su servicio a él. De
alguna manera podríamos comparar a Timoteo con los otros predicadores de Roma.
Los últimos predicaban a Cristo por contienda, por ganancia, buscando su propio
beneficio. Pero Timoteo no era como ellos. Lo que le importaba a Timoteo era su
Cristo y su servicio a él.
Cuánto necesita la iglesia de este
tiempo que se levanten líderes ejemplo como Timoteo. Líderes que solo busquen a
Cristo y su servicio, líderes que su motivación con toda humildad radique en el
servicio a él. Líderes que sirvan como un hijo a un padre.
¿Tiene nuestro servicio las características que tuvo el servicio de
Timoteo? ¿Nos conoce la iglesia por nuestros meritos en el servicio a Dios? O
por el contrario ¿Nos reconoce por nuestro orgullo, nuestra altivez y nuestra
codicia?
Mientras que Pablo estaba preso en Roma, la iglesia de Filipos le había
enviado, con Epafrodito, unas ayudas que recogieron para el apóstol. Una vez
Epafrodito estaba en Roma, cayó enfermo
y casi muere. Por distintos motivos la iglesia de Filipos se enteró de
la enfermedad de Epafrodito y éste se angustió ya que había dado causa de
preocupación a la iglesia.
En los versículos 25-30 Pablo le comenta a la iglesia que enviaba a
Epafrodito de regreso y hace una descripción que hoy cualquier líder debería
llenar. Pablo dice hablando de él: mi hermano, mi colaborador, compañero de
milicia, mensajero, y ministrador de necesidades.
La humildad de Epafrodito queda con justa razón evidenciada en su
preocupación dado que la iglesia se había enterado de su enfermedad. Es decir,
Epafrodito puso el bienestar de la iglesia por encima de su propio bienestar.
Qué ejemplo.
Pablo termina este capítulo indicándole a la iglesia que reciban a
Epafrodito y que tenga en estima a los líderes que son como él. Entre otras
muchas cualidades, humilde.
¿Tiene nuestro liderazgo las características que Pablo menciona al
referirse a Timoteo y a Epafrodito? ¿Nos interesa más nuestro bienestar, o el
bienestar de la iglesia? ¿Qué nos preocupa más, que la iglesia sepa de nuestra
necesidad para que haga algo por nosotros, o que la iglesia no sepa para que no
tenga preocupación adicional por nosotros?
Lamentablemente en nuestro tiempo el liderazgo ha dado un viraje de muchos
grados. Ahora el importante es el líder, más que la iglesia, ahora el
importante es el pastor, más que el rebaño, ahora el importante es el maestro,
más que sus discípulos. ¿Qué es lo importante en nuestro ministerio?
Conclusión.
Terminemos esta reflexión recordando algunos textos de profunda sabiduría
sobre la humildad:
Sal 138:6 Porque Jehová es excelso, y atiende al
humilde, Mas al altivo mira de lejos.
Sal 147:6 Jehová exalta a los humildes, Y humilla a los impíos hasta la tierra.
Pro 3:34 Ciertamente él escarnecerá a los
escarnecedores, Y a los humildes dará
gracia.
Luc 14:11: Porque
cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será
enaltecido.
Luc 18:14 : porque
cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será
enaltecido.
Efe 4:2 (Anden) con toda humildad y mansedumbre, soportándoos
con paciencia los unos a los otros en amor.
Stg 4:6 Pero él da
mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los
humildes.
Stg 4:10 Humillaos
delante del Señor, y él os exaltará.
1Pe 5:5… revestíos de humildad; porque: Dios resiste a
los soberbios, Y da gracia a los
humildes.
Vivir en comunión y en unidad es una característica del pueblo de Dios,
pero dicha forma de vida, dado que somos seres humanos y vasos de barro, en
ciertos momentos se hace complicada.
Conociendo de antemano este hecho el apóstol Pablo le recomienda a la
iglesia amada de Filipos que todo lo que hagan, lo hagan con humildad:
estimando a los demás como superiores y pensando en el beneficio de los demás
antes que en el beneficio propio.
La misma recomendación tiene plena vigencia hoy para nosotros. Vivir en
comunión y en unión fraternal debe ser una característica del pueblo de Dios y
la humildad es el ingrediente preciso y necesario para llevar a cabo este plan.
Es el momento de dejar a un lado nuestro yo, de creernos superiores a lo
que nos rodean, de hacer cosas por adquirir un beneficio personal. Es el
momento de que la humildad llene por completo nuestro corazón.
Para terminar y como es habitual permítame dejarle el siguiente principio
práctico y bíblico que pretende presentarle un reto al cambio:
Cristo Jesús es la perfecta ilustración de lo que es la humildad, el
llamado es a seguir su ejemplo, estimando a los demás como superiores a
nosotros y buscando el beneficio de los demás antes que el propio.
En cuanto a nuestro liderazgo, Timoteo y Epafrodito son dos ejemplos a
seguir. Qué bueno sería que sus características fueran parte de nuestra
identidad como verdaderos líderes siervos de Dios.
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