8/6/12


Exaltación de Cristo. Versículos 12-26:
Nadie en la vida desea pasar pruebas tan duras como estar postrado después de un accidente de auto, por ejemplo, o estar preso por una causa injusta. Hay circunstancias en la vida que tienen la habilidad para sacarle a uno un escalofrío que recorre todo el cuerpo. Una de ellas puede ser estar preso, después de haber sido azotado.
En la cárcel ha habido cantidad de personas que luego de salir o estando en ellas han generado ideas maravillosas que han cambiado nuestra historia. Cabe mencionar en este punto a Nelson Mandela, un líder político que estuvo preso por 27 años. Luego de su larga condena lideró un proceso de democratización multirracial en Sudáfrica, país en donde luego fue presidente. Ganó entre otras condecoraciones, el Premio Nobel de Paz.
Dentro de una celda Miguel de Cervantes Saavedra escribió la primera novela  moderna en lengua española: El Quijote de la Mancha. A pesar de su condición, su ingenio y motivación lo llevaron a la redacción de esta obra cumbre de la literatura en nuestra lengua.
También, en lo profundo de una casa-cárcel de Roma el apóstol Pablo, esperando un veredicto para su caso, redactó la carta a los Filipenses. Gran carta. En ella tuvo la oportunidad de compartir con la iglesia todos sus pesares, dolores, sufrimientos, pudo haber victimizado su condición, pero no lo hizo. Pablo es un gran ejemplo de servicio, entrega y amor a Dios y a la obra. Aun estando en la cárcel, escribe del gozo y la alegría que le produce Cristo.
En los versículos 12-18 Pablo les comenta la iglesia de Filipos el resultado de las cosas que le han sucedido. Él estaba en la cárcel, lo que se podría convertir en una dificultad para el evangelio, pero Pablo les deja saber a sus lectores que las cosas que le  habían sucedido, habían  redundado más bien para el progreso del evangelio.
Es interesante ver que una situación tan difícil como lo es estar en prisión, Pablo la convierte en la oportunidad para el progreso del evangelio. Esto se puede ver por dos hechos específicos. Por un lado, toda la guardia sabe que Pablo está preso por causa del evangelio, por predicar el evangelio; el ejercito romano, y seguramente el gobierno romano, se habría enterado qué era lo que Pablo predicaba. Y por otro lado, la mayoría de hermanos de la iglesia se atreven a predicar el evangelio sin temor.
 A continuación Pablo desarrolla su comentario respecto al último punto. La iglesia de Roma no había sido fundada por Pablo, y ahora él estaba encarcelado en esa ciudad, la capital del imperio. Su prisión había motivado a los hermanos de la iglesia a anunciar el evangelio, pero Pablo describe a estos predicadores en dos grupos.
Algunos, dice Pablo, predican a Cristo por envidia y contienda, anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones. Los otros, el otro grupo, predican a Cristo de buena voluntad, por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio. (Versículos 15-17)
Aunque uno podría esperar un fuerte llamado de atención de parte del Pablo hacia los que  predicaban el evangelio motivados por la envidia, la contienda y/o la rivalidad con el apóstol, Pablo concluye su análisis de una manera absolutamente radical, madura y asombrosa.
No entra a determinar si la motivación de los unos o de los otros es la correcta, lo que Pablo hace es enfatizar el resultado de dicha predicación: no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún. (Versículo 18).
Aunque en esta parte Pablo no dedica tiempo a llamar la atención de los que predican a Cristo por envidia, con lo que él no está de acuerdo como lo mencionará en otra carta, hace especial énfasis en lo que él juzga realmente importante: Cristo es anunciado.
Es importante comentar que en el libro de Filipenses se menciona a Cristo en 29 ocasiones; en el capítulo 1 se menciona 12 ocasiones, 8 de ellas en la sección desde el versículo 12 hasta el 27.   Con esto podemos ver que el punto central del escrito de Pablo es Cristo. La carta a los Filipenses es una carta absolutamente cristocéntrica.
Lo que en realidad le interesa a Pablo y llena su corazón de gozo, aún estando en la cárcel, es que Cristo sea anunciado. El punto de su ministerio es Cristo.
El los versículos 19-20 Pablo hace referencia a su confianza en su pronta liberación gracias a la oración de la iglesia y la obra Dios. Pablo, como es de esperarse, deseaba su liberación  y confiaba en que no sería avergonzado dado que Cristo sería magnificado en él.
Qué convicción de Pablo. Su interés, más allá de su liberación, radicaba en que Cristo sería magnificado, glorificado y alabado. En otras palabras Pablo estaba seguro que su libertad no sería para su propia gloria, sería para la gloria de Cristo. Y afirma: o por vida  por muerte. Sin importar el resultado final Cristo debía ser glorificado.
El versículo 21 es una declaración cumbre de la presentación de Pablo: para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. En otras palabras: Cristo es todo para mí. En los versículos 22-24 explica su convicción.
Pablo dice: vivir resulta provecho porque sirvo a Cristo, morir resulta más provechoso porque estaré  con Cristo. Si tuviera que elegir, elegiría lo segundo. Pero no puedo, aun tengo la necesidad de estar al servicio de Cristo.
A continuación Pablo les dice: quedaré, estaré con ustedes dentro de un tiempo, podremos saludarnos, abrazarnos, podré serles de provecho. Y (versículo 26)  para que por mi visita abunde vuestra gloria en Cristo Jesús. Pablo sigue pesando en Cristo más que en él.
El punto central del evangelio de Pablo siempre fue Cristo. En sus predicaciones en las ciudades a donde estuvo siempre anunció a Cristo: en Antioquía de Pisidia, en Atenas, por ejemplo. El tema fue Cristo. En su visita a Corinto, no quiso saber nada más que del Cristo crucificado. Sus cartas son una ovación completa a Cristo. Y este pasaje, más que en ningún otro en la carta, deja el precedente de la importancia de Cristo.
Sin Cristo no hubiera evangelio, sin Cristo no hubiera salvación, sin Cristo no hubiera predicación, sin Cristo nuestra fe sería vaga, vana, vacía. Pero Cristo es real, Jesús es el Cristo, el anunciado en las profecías, en quien se cumplieron las promesas, quien murió y a los tres días resucitó, quien subió al cielo y a quien ahora esperamos.
En nuestros labios solo quedan palabras para glorificar a Cristo y tener en verdad la confianza y la convicción de Pablo: Cristo es mi vida, Cristo es mi muerte, todo es de mi Cristo. Por lo tanto a él sea la gloria por siempre, amén.
En las circunstancias de Pablo, anciano, enfermo y en la cárcel, sería un poco contradictorio escucharlo hablar de gozo de alegría. Pero esta alegría no está motivada por sus circunstancias. Está motivada en que a pesar de sus circunstancias Cristo es  anunciado y glorificado.
De la exposición de Pablo en los versículos 12-26 podemos desprender el siguiente principio:
Nuestra alegría, más allá de ser generada por una acción nuestra o de otros debe ser generada porque Cristo y solo Cristo es glorificado. El punto central del evangelio es Cristo y el punto central de nuestra vida debe ser Cristo.   
La vida de un cristiano no se puede entender sin Cristo. Cristo es y debe ser el centro real de nuestra vida, y sin importar lo que hacemos él debe recibir siempre nuestra alabanza.
¿Es Cristo el centro de centro de nuestra vida? ¿Podemos decir como Pablo: mi vida es Cristo, todo le pertenece a Cristo? ¿Reconozco que el importante es Cristo? ¿Le doy la gloria por lo que él hace?

John Anzola. Junio 2012.





4 comentarios:

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