1/12/10

Uno de los objetivos del escritor de la epístola a los Hebreos es presentar la superioridad de Jesús, actor del nuevo pacto, frente a todo el sistema del pacto antiguo, por lo que, al hacer la lectura de la carta nos podemos encontrar con la superioridad de Jesús frente a los ángeles, frente a Moisés, frente a los sacerdotes, para llegar a decir que Jesús es el gran sumo sacerdote, que entró en el lugar santísimo una sola vez y para siempre, que por su sangre tenemos perdón de pecados, y que nosotros debemos poner nuestros ojos en él, confiar y servirle a él porque no hay más.

En los primeros versículos, el autor dedica algunas líneas, a modo de introducción, para establecer la superioridad del Hijo, Jesús, frente a los profetas. Dios, comenta el autor, ha hablado muchas veces y de muchas maneras a los padres y el conducto han sido los profetas; los lectores de esta carta tenían muy claro este tema y no era para nada desconocido.



La tradición profética en Israel se alejaba por lo menos 1.000 años atrás, los profetas nacieron con la monarquía, por lo que no es de extrañar que su obra fuera dirigida principalmente a los reyes; el primer profeta fue Samuel quien ungió a Saúl como primer rey de Israel, desde ese momento los profetas serán el líder religioso del pueblo. Dios, en momentos específicos daría, por su espíritu, palabra profética a un hombre para que este la transmitiera al rey o al pueblo.

Sus palabras en su mayoría buscaban hacer volver al pueblo hacia Dios, en algunos casos también traían palabras y actos de consuelo a las personas desacomodadas y victimas de los problemas de la sociedad del momento. Palabras acompañadas de hechos, palabras acompañadas de ejemplos, acompañadas de parábolas etc. están dentro de las distintas maneras que los profetas utilizaron para hablar con el pueblo.

Sin duda cuando los lectores tomaron en sus manos esta carta y dieron lectura a estas primeras líneas recordaron nombres como Samuel, Elías, Jeremías, Isaías, Hageo, Jonás y todos los que dedicaron su vida a la tarea profética. Pero eso ya pasó, ahora no hay más profetas, no hay más intermediarios, ahora Dios nos ha hablado por su Hijo.

Esta es una de las más grandes verdades que los lectores tendrían que aceptar. Ahora ya no hay más mensajeros, ni profetas individuales o a lo sumo escuelas de profetas que dirigen su discurso solo a los que son enviados, ahora la palabra de Dios no será encomendada en unos cuantos, ni estará dedicada a unos pocos sino que ahora es Dios mismo quien nos habla por su Hijo.

Este título dado a Jesús hace referencia a su nacimiento de María y al desarrollo humano de Jesús, seguidamente para que no quede duda alguna de que es Dios mismo el autor afirma que él es heredero de todo, que es el resplandor de su gloria, la imagen misma de su sustancia, quien sustenta todo con su palabra, y quien una vez que murió en la cruz por nuestros pecados ha tomado todo el poder en la majestad de las alturas y quien es superior a los ángeles.

Es importante recordar que el autor quiere decir que Jesús es superior a todo el sistema de un pacto antiguo, que de alguna manera fue lo que nos llevó a Cristo, según Pablo, pero que en su objetivo principal fracasó, ese antiguo pacto ha sido erradicado. Ahora tenemos uno mucho más efectivo, mucho más cercano al hombre, uno donde su eje principal es la fe y no las obras como en el antiguo. Hoy al igual que los lectores de esta carta tenemos una gran bendición, Dios que antes utilizaba solo a algunos para tomar palabra en su nombre y que dirigía sus palabras a personajes específicos hoy nos habla directamente, ya no hay intermediarios, ahora él mismo nos habla y sus palabras no están dirigidas a una persona o grupo sino a todos aquellos que quieren escucharlo. Dios mismo nos habla hoy.

Ahora bien ¿qué es lo que nos dice? Responder a esta pregunta en su totalidad es muy complicado, contamos con que los evangelistas tomaron sus palabras y las escribieron como un testimonio de fe. Pablo escribió a las diferentes iglesias que había visitado y aceptamos que fue inspirado por Dios, al igual que todos autores bíblicos canónicos. Creemos que Dios sigue hablando a cada uno de nosotros, en distintas circunstancias y de distintas maneras.

Pero para dar una respuesta parcial a nuestra pregunta me permitiré citar algunas de las palabras con las que Jesús inició su ministerio. Marcos, quien es el primer evangelista y quien inicia su evangelio con la predicación de Jesús, afirma que unas de las primeras palabras de Jesús en público al comenzar su misterio fueron: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio. Estas primeras palabras no han caducado.

Su mensaje estaba dirigido a una sociedad no muy distinta de la nuestra en cuanto a su estado espiritual y a su relación son Dios, una sociedad que con el paso del tiempo estaba envuelta en el pecado y en la decadencia, una sociedad regida por un imperio que los había convertido en un poco más que esclavos; así que las palabras de Jesús, para quien las escucha se convierten en la luz al final del túnel, en otra opción de vida, en esperanza para una sociedad que solo vivía para morir.

El tiempo está cumplido, lo que tenía que pasar ya pasó, no va a suceder nada más, es el momento, es ahora. Lo que muchos estaban esperando ha llegado, nada más y nada menos que el reino de Dios. Ellos tenían claro que era eso, del reino de…, en los últimos 500 años habían pasado por lo menos por tres reinos distintos, el reino de los persas, el reino de los griegos y el reino de los romanos, era la manera de señalar al gobierno conquistador, imperante, subyugante, donde se hacía y se regía de acuerdo al reino que se encontraba de boga.

En ese momento se hacía lo que el imperio romano decía, y de acuerdo a las normas y leyes de ellos. Pero frente a estos reinos marcados por el odio y la calamidad llega un reino donde el jefe es Dios, y donde se llevan a cabo sus leyes, sus normas. Su principal ley el amor, la más grande obra el perdón; la misericordia, la justicia, esperanza, serán protagonistas en este reino, un reino de amor.

Para hacer parte de este reino es muy sencillo: arrepentirse, aceptar nuestra condición, aceptar que somos malos en nuestra propia condición, que pecamos, que nuestras acciones no son las mejores, que nuestras obras lo único que han logrado es alejarnos cada día de Dios y caer en un abismo que cada día pareciera ser más hondo; volver sobre nuestras acciones y comprometernos con cambiar es arrepentirse. Una vez que los que escuchaban a Jesús hicieran esto debían creer en el evangelio, en la buena noticia que el anunciaba, en ese nuevo reino.

Hoy afirmamos que esa buena noticia no es otra sino que Dios en un acto de puro amor decidió manifestarse como hombre, que vivió como uno de nosotros, dio enseñanzas, predicó su reino, murió para perdonar todos nuestros pecados, para romper esa división que existía entre Dios y el ser humano y resucitó al tercer día para darnos salvación, vida eterna. Eso era lo que debían creer todos lo que escuchaban a Jesús para poder ser parte de ese nuevo reino, del reino de Dios.

Que gran oportunidad es esta, vivimos a diario un nuevo pacto, una eterna bendición, Dios ya no utiliza personas como intermediarias entre él y su pueblo, lo que nosotros somos es predicadores, nos dedicamos a hablar acerca de lo que él dijo, bajo la dirección de su Espíritu. Ahora, él mismo es quien nos habla, no a unos pocos sino a todos, sin diferencia de edad, género, posición social, educación. El nos ama a todos. Su primeras palabras aun tienen vigencia, el tiempo es ahora, Dios está entre nosotros, si queremos vivir en su reino debemos arrepentirnos y creer en su obra salvílfica. Una vez hagamos eso muestra vida estará impregnada de su presencia, de su amor. Entonces serán realidad las palabras de Pablo: ya no vivo yo, Cristo vive en mí. 
John Anzola
Junio 14/2006.

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