13/7/14



La bendición de Dios no depende de lo que yo haga por él. Su fidelidad es la que cada día me asombra. Sus hechos portentosos en mi vida nunca son la respuesta a mis actos, por el contrario son la evidencia de que su fidelidad es nueva cada mañana, muestran que aunque yo sea infiel él permanece fiel.

Creo que es erróneo pensar que puedo “comprar” bendiciones a Dios. No creo que si oro una hora más de lo normal, la bendición será más de lo acostumbrado; tampoco creo que mi economía dependa de los aportes que haga en cada servicio. Creo que aún el día en que no doy nada, él me sorprende y nunca me deja desfallecer. 

Nada de lo que tengo, creo, es el resultado de mis acciones hacía Dios, creo que son la evidencia de su amor en mi vida. La salud, la familia, el empleo, el dinero, los bienes materiales, etc. son el resultado de la fidelidad de Dios, no de mi fidelidad hacia él. 

Si Dios dependiera de nuestra fidelidad sus bendiciones serían para unos sí, para otros no. Quienes mucho dan y cumplidamente lo hacen estaría llenos de múltiples dádivas divinas, y quienes nunca dan vivirían en la más mísera pobreza. En la vida real no sucede ni lo primero, ni lo segundo. Él no depende de mí. 

Dios no necesita mi dinero, a él no le hace falta. Lo que aporto, ofrendas y diezmos, son una muestra personal de agradecimiento como resultado de su fidelidad. En la ecuación quien depende de él, soy yo. 

La lección que debo aprender en la vida es que dependo de él. No dependo de mi trabajo, no dependo de mi jefe, no dependo de un contrato, no dependo de mi auto, dependo de Dios. Es Dios quien permite que tenga más y mejores oportunidades en la vida, y es Dios quien me dice -ahora no es el momento. Es mi tarea aprender a vivir de él, no de mí. 

Ofrendo y diezmo como una acción de agradecimiento por sus bendiciones, igual que como canto, sirvo, predico, enseño. De esa manera lo hago con alegría. El apóstol Pablo dice que es con alegría, añade que Dios ama, no al dador, sino al dador alegre. 

No aporto porque me dicen que lo haga, aporto porque siento agradecimiento con Dios quien es el que me da las fuerzas cada día para levantarme a trabajar, quien me da salud para hacer lo que hago, y quien me tiene haciendo lo que me gusta. 

Para terminar. 

No le doy a Dios nada para que me bendiga, ni espero ser bendecido por dar algo. 

Dios no depende de mi fidelidad para bendecirme. Su bondad para mí solo depende de su fidelidad y de su voluntad. 

Yo dependo de Dios. 

Dios no necesita mi dinero, y yo debo ser agradecido con él. 

Ser agradecido me hace feliz. 

La mayordomía es vivir contento con lo que Dios me ha dado, sea poco o sea mucho, y ser agradecido con él; en eso demuestro que confío en él. Y no hay nada que le agrade más.

John Anzola
13-07-2014

0 comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario. No olvides dejar tu correo electrónico.