27/11/12


No hay nada más agradable que un vaso de agua en medio de una sed profunda. No hay nada mejor que una cobija caliente y una taza de café en medio de un frío aterrador. No hay nada mejor que una pastilla cuando tenemos mucho dolor de cabeza. No hay nada mejor que la compañía de una persona a quien amamos cuando estamos solos o tenemos miedo. Siembre cuanto estamos es un estado determinado, es bueno que algo pase.

Pensar en nuestro estado como seres humanos ante Dios es bien particular. Entre Dios y nosotros había un espacio gigantesco. Entre Dios y nosotros había un abismo que nadie podía saltar. Entre Dios y nosotros había un río que nadie podía nadar.

A ese espacio gigantesco, a ese abismo, a ese río la Biblia le dice pecado. Y cuando hablamos de pecado no solo está hablando de matar, de robar, de hacer mal a los demás; está hablando de un estado. De nuestra situación. Cuando hace mucho calor, todos los que están en el mismo sitio están acalorados. Cuando todos están en un nevado, todos tienen mucho frío, es su estado natural. Nosotros, por estar en el mundo nuestro estado era de pecado.

El problema del pecado es que no hay nada que el ser humano pueda hacer para quitarlo y así poder acercarse a Dios. Algunas persona creen que haciendo cosas buenas se van a quitar el pecado; otro creen que por dejar de hacer algunas cosas se van a quitar el pecado; otros creen que pueden saltar ese gigantesco abismo o que pueden nadar y cruzar ese gran río.

Nadie ha podido ni podrá quitarse el pecado que lo separa de Dios.

La Biblia dice que Dios, al ver esta situación, pensó en una manera de acercarse al ser humano. Es decir, como ningún ser humano pudo saltar el abismo, Dios dijo: - Yo voy a saltarlo. Entonces ahora, Dios mismo se ingenia un plan para acercarse al ser humano. Dios mismo salta el abismo, Dios mismo cruza el río y se acerca al hombre.

Dice la Biblia que la única manera de quitar el pecado del ser humano era que alguien pagara con su vida, que alguien muriera por la culpa de todos, y así se podía quitar el pecado del corazón de los hombres. Jesús, quien es Dios manifestado en carne, tomó forma humana y vino y murió y así quitó el pecado del mundo.

Pero Jesús murió y no se quedó en la tumba. Después de que Jesús murió fue enterrado, pero hoy la tumba de Jesús está desocupada porque él resucitó. Él resucitó para darnos un regalo que es la vida eterna.

Ahora el abismo ya no existía. Ahora el río ya no estaba. Ahora separaba al hombre de Dios se había ido. Pero falta una cosa. Todo lo que hemos dicho lo hizo Dios por el hombre. Ahora falta una sola cosa del hombre: que crea en todo lo anterior.

Un hombre que trabajaba en el campo, con sus manos, fue invitado a una cena muy importante. Su comida preferida era el pavo, y quién lo invitó le dijo que le prepararía su comida especial.

El día de la cena el hombre se bañó, se puso su mejor pinta, y salió directo a la cena a la que lo habían invitado. Cuando ya iba a llegar se dio cuenta que sus manos estaban sucias. Intentó por todos los lados de limpiarlas pero no pudo, fue imposible.

Cuando llegó a la puerta de la casa de banquetes se encontró con un letrero que decía:

Bienvenido. Usted es nuestro invitado de honor. Nuestra comida fue preparada especialmente para usted. La única regla que existe para entrar es tener las manos limpias. Si no las tiene limpias le invitamos a seguir el siguiente plan:


1. Diríjase a la fuente de agua alguien mojará sus manos.

2. Luego pase y siéntese, alguien le aplicará jabón y hará un masaje en sus manos.

3. Luego pase al perfumista, allí le aplicarán perfume.

4. Cuando tenga limpias las manos usted entrará a disfrutar de nuestra cena especial para usted.

Cuando el hombre leyó el letrero se quedó pensando unos momentos. – Yo no pude quitarme estas manchas. Aquí dicen que me las quitarán. Yo no tengo que hacer nada. Solo tengo que obedecer lo que dice el letrero y estar seguro que mis manos quedarán limpias.

Después de estos cortos pensamientos, el hombre tomó la decisión. Alguien mojó sus manos, alguien lavo sus manos, alguien aplicó perfume en sus manos. Luego entró y celebro la cena más especial que haya tenido en la vida.

Dios ideó un plan especial para acortar el espacio entre él y el hombre.

En primer lugar él tomó forma de hombre. Luego habitó entre los hombres e hizo muchos milagros. Luego murió para con su sangre quitar el pecado. Luego resucitó para dar vida eterna. El último paso le toca al hombre: creer. Al creer, entonces Dios habita en mi corazón, y yo me convierto en su hijo.

El paso del ser humano no es tan complicado. Creer es estar seguro que lo que Dios hizo el más que suficiente para quedar limpio de pecado, y así ser salvo.

Creer es estar seguro que bajo un fuerte calor, un vaso de agua calmará nuestra sed. Creer es estar seguros que bajo un frío inclemente, una cobija caliente nos arropará. Creer es estar seguros lo que Dios hizo es suficiente para quitar el pecado, darme la salvación y vivir en mi corazón.
John Anzola. 
Noviembre 25/2012. 

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