18/9/11



Muchos cristianos, aunque afirmamos que no somos religiosos, nos comportamos como tal, o por lo menos, manejamos ciertos temas de manera no acertada. 

Hace algunos días recibí un mensaje sobre los requisitos para recibir el Espíritu Santo. No tengo la menor duda que la experiencia de sentir a Dios dentro del corazón es una de las cosas más maravillosas que puede sentir el ser humano. Es Dios en el corazón. Pero me parece un poco inapropiado hablar de requisitos. 

Hay requisitos para ingresar a una universidad, hay requisitos para solicitar un crédito a un banco, hay requisitos para ingresar a otro país, hay requisitos para ser político, hay requisitos para ser pensionado, hay requisitos para muchas cosas; pero, ¿Hay requisitos para sentir a Dios en el corazón? Un requisito es una condición necesaria e indispensable para algo. 

Abordemos el tema con otro tema. ¿Cuál puede ser el requisito para que un sediento que ha caminado horas bajo un sol inclemente beba agua? Ninguno. 

Cuando la sed abate el cuerpo, el deseo de beber pasa a ser una necesidad para la cual el sediento solo necesita encontrar agua o algún líquido que calme su sed. No es requisito del sediento querer tomar agua, porque por naturaleza la deseará; no es requisito para el sediento acercarse a la fuente porque su misma sed lo llevara a ella; no es requisito del sediento recibir el agua y beberla porque estas acciones serán el resultado natural de su estado. 

En otras palabras el sediento no tiene que hacer nada una vez que ha encontrado la fuente que calme su sed. ¿Ahora debe buscarla o llegar a ella? Si. Por más que uno tenga sed, en medio de un desierto, no se puede sentar a esperara que nazca, de la noche a la mañana, un oasis. Pero lo normal de un sediento es que busque con ansias el oasis. 

El punto central es entender que el sentir a Dios no es algo que deba hacer luego de llenar unos requisitos sino la respuesta natural a la necesidad espiritual que tengo. Al hablar de requisitos estamos hablando de lo que tenemos que hacer para obtener algo, y todo lo que el hombre hace por acercarse a Dios se puede catalogar como religión. 

El salmista en varias ocasiones presenta la imagen metafórica del sediento como una ilustración adecuada con el fin de entender lo que es sentir a Dios: 

Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, 

Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. 

Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. (Salmo 42:1 -2ª) 



Dios, Dios mío eres tú; 

De madrugada te buscaré; 

Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, 

En tierra seca y árida donde no hay aguas. (Salmo 63:1) 



Durante su ministerio Jesús utilizó la misma imagen para ilustrar la relación del Dios con el hombre: 

Juan 4:14 (Jesús le dijo): mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. 

Juan 6:35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. 

Juan 7:37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 

Más allá de explicar los “requisitos” para recibir el Espíritu Santo deberíamos enfocarnos en entender que lo necesitamos, deberíamos ser conscientes que tenemos sed de Dios. 

Todos los seres humanos necesitamos creer en algo. Por más educación, buen nivel económico, estabilidad social y afectiva, etc. llegará el momento en que debemos preguntarnos por ese vacio en el corazón que nada ni nadie puede llenar. Eso es tener sed. 

Uno de los principios que atraviesa el mensaje bíblico es la fe, creer, estar seguros de la existencia y la actuación de Dios, creer. Para recibir el Espíritu Santo es necesario creer, pero el creer no es un requisito, es una reacción natural frente a la solución de mi problema. 

El sediento, bajo el sol inclemente, ha caminado durante horas. La sed lo abate. Está a punto de decaer y solo lo mantiene en pie la esperanza que en algún lado encontrará el oasis y unas tranquilas y cristalinas aguas que calmarán su sed y darán tranquilidad a su cuerpo. De pronto, hacia el oeste cree ver unas palmeras. Su corazón se acelera. Acelera el paso, camina más rápido. Los momentos pasan y ahora ve con un poco de claridad lo que puede ser un oasis. El sol brilla en sus ojos, la sed se hace más fuente. Sí parece que si es. Ahora no camina, corre. Sabe que allí está la solución. 

No debemos preguntar si el sediento sospecha que encontrará agua, él sabe que sí, está seguro. Tiene toda su fe puesta allí. Cree. 

Más que hacer una lista con los “requisitos” que debemos tener para recibir a Dios en el corazón, debemos mostrar el camino al calvario. Allí está el agua que calma nuestra sed. 

Hoy vivimos tiempos similares al último día de la fiesta, hoy Jesús está en pie y dice: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. Como en una nota explicativa Juan agrega: Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él. 

Recibir el Espíritu Santo es la consecuencia de creer. Verdaderamente allí, en la cruz, en el sepulcro vacío, en Jesús está la solución a nuestra sed. 

John Anzola 

Septiembre de 2011

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